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jueves, 23 de octubre de 2008

Se llamaba Lluís Companys. Sus asesinos, no tienen nombre.

15 de octubre de 1940. “Assessineu un home honrat. ¡¡¡Per Catalunya!!! Aquella frase retumbó en el castillo de Montjüic segundos antes de la descarga. Se derramaba la sangre de un hombre honesto. Ni tan siquiera quiso que le vendaran los ojos.

Había nacido en una familia de campesinos en Tarrós el 21 de junio de 1882. Licenciado en Derecho, pronto bebió el dulce veneno de la política. Cuando unos cavernarios incendiaron las revistas “Cu-Cut” y “La Veu de Catalunya”, contribuyó a crear Solidaridad Catalana. La pasión política, así como la fuerza invencible de la juventud que estremecía sus huesos, le acarreó quince detenciones. Tras la Semana Trágica, la policía lo calificó de “individuo subversivo y peligroso”.

Defensa de los débiles: Encuadrado en el ala izquierda del Partit Republicá Catalá ganó el acta de concejal por Barcelona en 1917. La defensa de los débiles era la incitante e invisible droga que lo espoleaba. Así, en noviembre de 1920 fue detenido junto al sindicalista “Noi del sucre” (Salvador Seguí) y deportado al Castell de la Mola en Mahón. Tras aquellos barrotes recibió una excelente noticia: elección como diputado por Sabadell.

Botas policiales: Sus desvelos hacia las clases humildes lo impulsaron a fundar la Unió de Rabassaires en 1922. Vivió los años siguientes entre interminables jornadas políticas y el ruido de las botas policiales a sus espaldas.

La II República: Así, la primavera de 1931, los cerrojos de un calabozo le impidieron asistir a la Conferencia de Izquierdas que alumbraría a Esquerra Republicana de Cataluña. Sin embargo, poco después, saldría elegido concejal del Ayuntamiento de Barcelona en las municipales de 1931. El 14 de abril, desde el balcón de ese Consistorio proclamó la República en Cataluña.

El Estatuto: Los años siguientes resultaría electo diputado por Barcelona y contribuiría al “Estatuto de Nuria” (Estatuto de Autonomía de Cataluña).

Fallecido el President Frances Maciá, alcanzaría la presidencia de la Generalitat.
Las convulsiones de la época lo abocaron a enfrentamientos con los terratenientes y hasta una condena de treinta años de reclusión mayor a causa de los sucesos de 1934, pero la victoria del Frente Popular abrió su celda en el Penal del Puerto de Santa María.

Y un gesto… Tras la rebelión militar del 18 de julio, permitió que más de cinco mil personas contrarias a la República huyeran de Barcelona para salvar sus vidas. Bello gesto que jamás encontró paralelo en el bando sublevado.

Huida y enfermedad: La ocupación franquista de Cataluña le marcó el exilio a Perpiñán la neblinosa mañana del 5 de febrero de 1939. Pero la enfermedad de su hijo lo movió a La Baule-les-Pins (Loire Atlantique), pese al riesgo de detención.

De Hitler a Franco: Y así ocurrió. El 13 de agosto de 1940 la policía nazi lo detuvo. De la Gestapo a Franco… los asesinos siempre se entienden aunque hablen idiomas distintos. Los obispos, callados Fue procesado y sentenciado a muerte en un solo día, sin garantías jurídicas, y en virtud de la aplicación retroactiva de una ley penal desfavorable.

Aquel hombre íntegro sería fusilado por el franquismo, régimen sustentado por la iglesia católica y que chorreaba babita ante el nazismo. Ningún obispo clamó ante aquel crimen perpetrado en el foso de santa Eulalia del castillo de Montjüic. Hace unos días el gobierno ha abierto la vía para reparar la memoria de aquella víctima. Se llamaba Lluís Companys. Sus asesinos, no tienen nombre.

FUENTE: Gustavo Vidal Manzanares (jurista y escritor).

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